Último respiro
Habían atravesado la capa de nubes y
un sol radiante bañaba todo el interior del avión...Sólo el frío
metal en la cabeza de Miriam podía estropearle el momento. Sí, se
trataba de un revólver. Un tambor con seis disparos. Aún humeaba el
cañón del arma. El sol lo magnificaba. Quedaban cinco. Le sobraban
cuatro. Cuatro años tenía cuando su abuelo le regaló una pistola
de juguete. Cuatro segundos le apartaban de su último respiro. Nunca
respiró tan fuerte como cuando nació su hijo Juan. Juan tenía tres
años. Tres segundos. Dos ojos negros la miraban. La mataban. Sus
últimos ojos. Sus ojos más queridos estaban perdidos en el asiento
anexo. Un segundo. Último respiro...
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